Una tarde de cuentos surrealistas

     Érase una vez una pequeña pastorcita llamada Pepita que vivía en una casita junto a un pueblo con su hermano. Como las cosas no les iban bien su hermano se convirtió en ladrón y Pepita se quedó bajo el cuidado de su anciano abuelo. Un día fue a pastar las ovejas y cruzó un río. (Ladonna)

     Al cruzar el río se encontró con un niño atrapado en una trampa y Pepita le preguntó:

-         ¿Niño, qué haces ahí?

-         Estoy en una tuampa.

-         ¿Y cómo te llamas?

-         Me llamo Data.

-         No te preocupes, que yo te libero.

Así que Pepita, con sus pololos, se subió a un árbol y lo soltó.

-         Vente conmigo a casa de mi abuelo.

Volvieron a cruzar el río y llegaron a casa del abuelo. El abuelo era un hombre anciano y estaba enfermo de colesterol por comer muchos huevos (de la historia anterior). Cuando Pepita le presentó a Data, el abuelo dijo:

-         Yo no quiero otra boca más que alimentar. Llévalo al puerto y móntalo en una embarcación.

Pepita y Data se fueron al puerto y Data se embarcó en un barco de guerra, con la mala suerte de que se encontró metido en una batalla con unos piratas por el oro del rey. Data se escondió en la bodega (Pippina) y así se salvó de acabar herido como otros que al final murieron. (Ladonna)

A Data le echaron las culpas de esas muertes y acabó encerrado en la prisión de una gran ciudad, pero Data le pidió un deseo a un hada y el hada lo liberó, pero le avisó de que le iban a perseguir. Entonces Data huyó y llegó a una ciudad. (Namarie)

Esta ciudad era la capital de un reino que estaba en ruinas porque su rey era un tirano gracias a su espada mágica. Pero Data, que era muy listo, se metió en las cocinas del palacio y envenenó la comida del rey. Y así el pueblo fue próspero de nuevo. (Dark Lady)

Data, siempre Data.